viernes, 16 de marzo de 2012

golpes

Me cuesta trabajo levantarme de la cama; tengo destrozados los nudillos de tanto golpear la pared, de golpear mi rostro dibujado en los cimientos de los edificios.

 Esta tarde te esfumaste como sí de ello dependiéramos los que aún estamos vivos. Me quedé con ganas de no seguirte, de que me valga verga abrirme el pecho con un bisturí, de que te importe.

Son las diez de la noche y creo que haz muerto; que las banquetas no me cuenten de los que las pisamos, de los que nos sentamos o dormimos en ellas, rozándonos con sus frías pieles de cemento y mugre diaria.

Tengo la cara destrozada también, por palabras como puños, llena de mierda ensangrentada y cervezas gratis, de miradas de infieles que no saben que te estas jugando la vida por unos cuantos aplausos y cerveza o vino o un golpe en la espalda que te haga sentir menos suicida, menos escoria, menos artista y quizá de vez en cuando menos muerta.

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